Frances Rauscher y Gordon Shaw señalan que después de que un grupo de estudiantes universitarios escucharon una sonata de Mozart para piano obtuvieron calificaciones más altas en una prueba de razonamiento espacial (Rauscher y Shaw, 1998; Shaw, 1999). Poco después de que su descubrimiento llegó a la prensa, los padres de familia más interesados tocaban música de Mozart a sus bebés todo el día.
Confiaban en que se volvieran más inteligentes como los estudiantes universitarios. Sin embargo, la realidad es que deberían mostrar recelo por cualquier práctica que ofrezca ese tipo de beneficios “mágicos”.
El problema principal del “efecto Mozart” consiste en que el experimento original se efectuó con adultos; nada nos dice respecto a los niños. Además, no se probaron otros estilos de música. ¿Por qué no tocar la música de Bach, de Schubert e incluso la que transmite el canal MTV?. Y una pregunta aún más importante: ¿realmente se produce el efecto Mozart?.
¿Qué indica la evidencia?. En algunos estudios se han observado pequeños incrementos de la inteligencia espacial tras la exposición a la música de Mozart (Rideout, Dougherty y Wernert, 1998; Rideout y Taylor, 1997). Sin embargo, en general los investigadores no han logrado reproducir el efecto (Bridgett y Cuevas, 2000; Chabris et al., 1999; Steele, Brown y Stoecker, 1999; Wilson y Brown, 1997).
¿Por qué algunos estudios apoyan la existencia del efecto y otros la rechazan?. En la mayoría de los estudios se comparan estudiantes que oyeron música con otros que descansaron en silencio. Los Psicólogos canadienses Kristin Nantais y Glenn Schellenberg descubrieron que las calificaciones de la prueba también aumentaban al escuchar la narración de una historia, sobre todo en estudiantes a quienes les gusta escucharlas. En conclusión, los que obtuvieron calificaciones más altas luego de escuchar a Mozart simplemente estaban más alertas o en un estado de ánimo más receptivo.
Por maravillosa que sea la música de Mozart, al parecer nada tiene de mágico, por lo menos en lo que se refiere al desarrollo de la inteligencia infantil (McKelvie y Low, 2002).
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